21 de octubre de 2015

Diario de campaña de un activista perplejo #01

A dos meses de las próximas elecciones generales, las encuestas nos arrojan a la cara unos presagios funestos para quienes llevamos años trabajando por el cambio desde la izquierda. Más que arremeter contra la encuesta como ciencia de la manipulación y la propaganda, convendría analizar la situación desde dos perspectivas diferentes. Primero, hay que ser conscientes de que si nos parecen malas, se debe a un proceso político apasionante que nos ha hecho acariciar la posibilidad de victoria, y que, si bien parece obvio que estamos lejos de ese logro, se han puesto los cimientos para empezar a construir una propuesta que tenga una capacidad transformadora como la izquierda no ha tenido en los último años.

Sin embargo, difícilmente conseguiremos abordar con éxito el arduo trabajo post electoral si no asumimos los errores que nos han llevado hasta aquí, lo que nos permitirá elaborar nuevos planteamientos estratégicos y tácticos. Lo decía Manolo Moneréo ante Pablo Iglesias en Fort Apache. El error del PCE fue articular un discurso de triunfo cuando debía haber reconocido la derrota, y la transición lo fue, lo que le impidió articular la respuesta adecuada. Espero que el líder de Podemos haya tomado buena nota, porque su formación ha acumulado tantos errores que sería difícil enumerarlos todos. Ni el populismo era la opción para la izquierda, ni es posible diputar el centro político, donde PSOE y Cs ocupan la mayor parte del terreno, ni un partido regido de forma vertical por un núcleo reducido de profesores universitarios, con la idea de dedicar todos los esfuerzos a ganar las elecciones puede mantener la ilusión y el compromiso de las miles de personas que se movilizaron alrededor de la campaña europea.

"La política no va de tener razón sino de ganar", decía Pablo Iglesias en los inicios de Podemos, y las plazas se llenaban para dejarse imbuir por la euforia de una promesa demasiado bonita para ser cierta. No lo era, o en todo caso se planteaba de forma banal. ¿Ganar qué? ¿Ganar quién? ¿Ganarle a quién? Asumir que la victoria de los de abajo es la victoria de un partido es nuestro gran error, y después de las elecciones, a las que debemos dedicar todo nuestro esfuerzo, habrá que asumir ese error y volver a replantear las cosas. Desde abajo y a la izquierda, partiendo de que ni la unidad popular ni la confluencia tienen que ver con listas electorales o partidos políticos.