8 de abril de 2015

¿Y el anticapitalismo qué? Sobre PODEMOS y las Hegemonías de Xavier Domenech

La lectura del libro de Xavier Domenech me está resultando apasionante, principalmente por la activación desenfrenada de los engranajes de mi cabeza. Su mirada de historiador al presente, la lucidez de unos análisis a contrapelo que arrojan luz sobre los procesos políticos que estamos viviendo y hemos vivido en los años posteriores, plantean múltiples reflexiones y preguntas que solo el tiempo, la transformación irreversible del presente, este instante de peligro actual, en pasado responderán. Son preguntas, eso sí, desde una determinada óptica. La convicción de que únicamente superando el capitalismo y construyendo una nueva sociedad sobre nuevas bases, conseguiremos dejar atrás las contradicciones que nos atenazan. La desigualdad, la injusticia, el poder de una minoría sobre la mayoría.

En su brillante artículo sobre la Dama de Hierro y el auge del neoliberalismo, Domenech concluye que la oportunidad que se está abriendo ante nosotros es la de articular un nuevo pacto social, que nos conduzca a una nueva hegemonía sobre las ruinas -y por tanto manteniendo algunos de sus principios, aun aceptados por la mayoría de la población- del pacto social neoliberal.La principal pregunta ante semejante imagen es la de siempre: ¿qué hacer? No hay duda de que PODEMOS ha percibido con la misma lucidez esta ventana de oportunidad y se ha puesto manos a la obra. De ahí el camino recorrido, desde una radicalidad inicial, la del manifiesto MOVER FICHA, hasta la adopción de propuestas entre socialdemócratas y keynesianas que le permitan ocupar el centro político, un espacio amplio compuesto por una ciudadanía que lleva años apuntalando con su voto el proyecto neoliberal.

La siguiente pregunta sería pues, si los anticapitalistas debemos sumarnos o no a este proyecto, y qué supone para nuestra tradición aceptar algunos de los principios sobre los que se construye o se pretende construir esta nueva hegemonía. Por un lado el concepto de "pueblo" como elemento aglutinador de reivindicaciones diversas, que sirvan para construir una identidad colectiva. Por otro, aceptar la lucha política en el terreno electoral y la lucha ideológica en el terreno mediático como los dos principales planteamientos estratégicos.

El éxito de PODEMOS es ahora indiscutible. El problema es que "éxito" es una palabra un tanto ambigua. ¿En qué está teniendo éxito PODEMOS? De momento en constituirse en una alternativa política a los partidos del bipartidismo, en base a las encuestas y a la construcción de una nueva organización de masas. Muy lejos aún del poder político, aún más lejos de poder implementar su programa, y muy, pero que muy lejos de poder impulsar medidas de verdad rupturistas como las presentes en su manifiesto fundacional.

Hay una cuestión importante a tener en cuenta. En esos orígenes, tan lejanos ya en muchos aspectos, el anticapitalismo jugó un papel importante. Este papel se ha visto reducido considerablemente, más allá de algunos individuos en cargos destacados y algunas corrientes internas más o menos organizadas. Pero este anticapitalismo, aunque no puede marcar la agenda de PODEMOS ni su línea política, sí ha tenido cierta relevancia en la base. Es en los círculos, entre su gente más activa, donde el anticapitalismo tiene una mayor presencia. Nada nuevo bajo el sol. Ser una minoría en una organización de masas, dado que el anticapitalismo es una opción menos que minoritaria, forma parte de nuestra tradición.

Una nueva pregunta. ¿Qué papel debemos jugar los anticapitalistas en PODEMOS? Por un lado, ver la realidad más allá del marco de esa ventana de oportunidad que ha motivado a los impulsores del proyecto. Es cierto, como nos cuenta Xavier Domenech, que el neoliberalismo tuvo que quebrar la fuerza de las organizaciones de la clase trabajadora y de la clase en sí para imponerse. Así hemos llegado al momento actual, en el que los sindicatos mayoritarios en este país son menos que insignificantes en este proceso político abierto hace un año. Tampoco se puede negar que las movilizaciones sociales de tipo no sindical, si bien han sido efectivas y útiles, se han encontrado en un callejón sin salida a la hora de conseguir cambios reales importantes. Pero también es cierto que el mundo no está dividido entre "pueblo" y "casta", sino en clases, y que en los momentos históricos en que el pacto social ha generado unos niveles de redistribución de la riqueza y de igualdad, a través del Estado del Bienestar, mínimamente dignos, el capitalismo tenía ante sí alternativas que podían suponer una amenaza para su supervivencia. La Revolución Rusa, los movimientos de resistencia al nazismo, realidades que propiciaron el pacto social posterior a la Segunda Guerra Mundial, que duró hasta los años 70 y finalizó con la entrada en escena de la Dama de Hierro.

Estas y otras experiencias, muchas de ellas relatadas en el libro de Domenech, deben servirnos para comprender la importancia de construir un proyecto anticapitalista, que entienda el papel de las relaciones de clase y de la lucha de clases en la configuración del mundo, pero que entienda también la nueva situación política y asuma un papel destacado, no en la consumación de un nuevo pacto social, sino en la conquista de todas las mejoras posibles en la calidad de vida de los de abajo. Para ello, a veces habrá que aceptar el marco actual, otras, habrá que impugnar todo pacto social que, como ocurrió en el pasado, frene las expectativas y las demandas legítimas que puedan conducirnos a una ruptura con el capitalismo, necesaria para la supervivencia del planeta y de la humanidad.