16 de abril de 2014

Porque Alfonso Rojo nos insulta y porque no hay que darle las gracias

Anda el río revuelto con los insultos de Alfonso Rojo, que no voy a repetir aquí, dirigidos a sus compañeros (o acompañantes, mejor) de tertulia en la Sexta, Pablo Iglesias, Ada Colau, y a sus seguidores. Las reacciones suscitadas a raíz de tal espectáculo, han puesto en evidencia el carácter y la idiosincracia de estos personajes vinculados a la derecha mediática. Prepotentes, chulos, groseros, salvan con insultos su falta de argumentos, y de esa forma favorecen a sus contrincantes, quienes aparecen ante el público como personas más moderadas, educadas, decentes. Es por este motivo que en un blog de la web de Público alguien escribe dándole las gracias a Alfonso Rojo por evidenciar lo que nosotros, los piojosos, ya sabemos.
Sin embargo, soy muy reticente a minusvalorar a la gente en general, y tiendo a intentar encontrar una razón lógica incluso a los comportamientos más estúpidos. Parece obvio que los de Rojo y su camarilla lo son, por la mala imagen que trasciende de ellos, y uno no puede dejar de preguntarse, atónito, como puede ser que muestren semejante desfachatez de forma tan ligera. Pero si suponemos que la respuesta a tal pregunta no es la aparente estupidez, ¿cuál es entonces?Me aveturo a dar dos respuestas, ninguna de las cuales nos empuja a darle las gracias a nadie, sino más bien todo lo contrario.
La irrupción en programas de debate de ámbito estatal de personajes como Ada Colau y Pablo Iglesias, se debe a cuestiones coyunturales. Cuestiones que no voy a especificar aquí y que les convierten en elementos positivos para los índices de audiencia. La crisis y las políticas de los sucesivos gobiernos del PSOE y del PP, han propiciado que la gente en general se muestre más abierta al tipo de ideas y de pensamiento crítico que ha estado ausente de los medios de comunicación de masas. Lo importante de Pablo Iglesias en la tele es que dice cosas que nunca se han dicho, cosas que contradicen el discurso dominante y a los tertulianos de siempre. La tele, por otro lado, es un altavoz inédito para esas ideas, independientemente del resultado de los debates o de lo solvente de los argumento de los contrincantes.
En el momento en el que alguien como Alfonso Rojo empieza a insultar, la exposición de argumentos queda anulada por el enfrentamiento y las consiguientes reacciones a posteriori, que tienden a medir a los personajes y a su integridad moral dejando de lado sus ideas. Al menos esto es así para la mayoría de la gente que no comparte de antemano las opiniones de cualquiera de los dos, llamémosle, bandos. Al fin y al cabo, que Pablo Iglesias o Ada Colau sean personas decentes y educadas no les da la razón, y que los otros sean lo que sea que son, tampoco se la quita. El gran sacrificado es el debate real, sacrificado en el altar del espectáculo, donde tanto da el "rojo de mierda" como el "por mi hija mato".
Por otro lado, cabe destacar que el contexto actual también es propicio para el auge de la extrema derecha, como hemos visto en Grecia y estamos viendo en otros rincones del mundo. Con la extrema derecha viene la violencia política, racista y homófoba, y me pregunto que papel podrían tener en tal escenario unos insultos que sin duda agitan el ambiente, seguramente no solo en el sector de la izquierda, los piojosos, sino también entre los fervientes seguidores de Rojo y compañía. No olvidemos que "piojosos" ha habido muchos en la historia, ni cual ha sido el trato que les han dispensado la derecha de cualqueir calaña.
Nada que agradecer.