Las mentiras orquestadas desde
entonces, las persecuciones, los engaños, el olvido impuesto, la desinformación
y el abandono al margen, las cunetas, de la historia, sí oscurecieron y
oscurecen aun el papel que podría haber jugado la Revolución española en el
imaginario colectivo en la actualidad.
Un 19 de julio, como cualquier
otro día del año, presupone un 18 y un 20, que sin duda marcarán la efeméride y
su trascendencia posterior con el indeleble sello de la predestinación. Sin
embargo, la historia no está predestinada. La historia la hacen los hombres y
las mujeres que ocupan campos de fuerza sociales y ejercen en ellos un papel
concreto.
¿Podrían haber hecho otra cosa
los obreros, armados por sus respectivas organizaciones, que no les hubiera
conducido a la tragedia o tragedias posteriores? No hay respuesta a esta
pregunta. Sólo un análisis profundo de la complejidad de las experiencias y de
sus protagonistas, antes y después, nos daría una idea clara de la dialéctica
histórica, de sus contradicciones y de las energías que la mueven.
Hoy, 20 de julio, no valen
paralelismos ni mistificaciones. La memoria, como un camino de doble dirección,
hacia el pasado y hacia el futuro, partiendo siempre del presente y sus
circunstancias concretas, servirá para un aprendizaje fundamental, que viene
ligado a la percepción revelada del vínculo que atraviesa transversalmente
todas las fechas señaladas por un mismo protagonismo: el de la clase
trabajadora, en su impulso subjetivo, ante el antagonismo que la define,
definiendo así su acción histórica.
El 19 de julio de 1936 vino
precedido por un alzamiento militar, y seguido por una revolución social, una
guerra civil y una dictadura fascista y criminal de 40 años. Nuestro 19 de
julio de 2012 ha sido precedido por el anuncio de una batería de recortes en el
estado del bienestar, que harán sufrir a la clase trabajadora grabes retrocesos
en su nivel de vida. Estos recortes han sido perpetrados por los herederos
políticos de esos golpistas para salvar a la burguesía española, empresarial y
financiera, e imponer un nuevo modelo basado en el darwinismo social y la
privatización de la vida. Es difícil no ver paralelismos con el pasado.
Paralelismos que pueden dar pistas sobre lo que está por venir. Se ha puesto en
evidencia que la lucha de clases sigue articulando la sociedad realmente
existente. La crisis, la verdadera crisis, es que la idea de un capitalismo de
integración, en el cual se respeten los intereses de la burguesía y los
derechos de la clase trabajadora al mismo tiempo, ya no vale. La lógica de
acumulación del capital exige el sacrificio de los servicios públicos y el
trasvase del dinero que los financia a manos privadas.
La historia, decía Marx, es la
historia de la lucha de clases. Pero el resultado de esta lucha no está, ni
mucho menos, predeterminado, como no lo están sus manifestaciones concretas ni
el momento en el cual emergen. La historia la hacen las personas, y las cientos
de miles que salieron a la calle nuestro 19 de julio, hicieron de la suya un
capítulo más, dejando en suspenso el resultado de esa acción concreta, que
dependerá, inevitablemente, de futuras acciones.